viernes, 28 de noviembre de 2008

Alá vs. Britney

Hace casi un año que Britney Spears se cuela en los sueños del maestro Rashid Aziz. Ni los ayunos, ni las oraciones, ni las acciones de limpieza divina han servido de nada. La cantante irrumpe en sus noches con desparpajo, vestida de colegiala tal y como pudo verla Rashid con ojos alucinados en el televisor de un kebab un día que ojalá nunca hubiera existido. Desde entonces, a sus casi sesenta años de edad, este maestro de madrasa vive un tormento interior, el infierno de no saber cuál será la noche traidora en la que llegará el siguiente golpe. Pero, ¿cómo luchar contra los sueños? ¿cómo evitar que en los fatales momentos en los que un hombre santo baja la guardia satán haga de las suyas?... Rashid, con la mirada puesta en sus sandalias, acelera el paso envuelto en el bullicio de los ciclomotores que zumban a su alrededor como abejas en pleno ataque de ansiedad, llenando el atardecer de las calles de Lahore, la segunda ciudad de Pakistán, de un humo negro y fosforescente.


Treinta minutos más tarde, según lo convenido, el maestro Rashid Azid se encuentra junto a la cascada de mármol de los jardines de Shalimar. Bajo el cielo naranja del atardecer, apoyado en la madera labrada de uno de sus balcones, Rashid observa los arcos de piedra, los estanques y los arboles de capricho que conforman uno de los espacios naturales más bellos del mundo. Los jardines de Shalimar, situados a la sombra de las ancestrales murallas del Fuerte de Lahore, fueron construidos por el emperador mogol Sha Jahan en homenaje a su esposa, Mumtaz Mahal, muerta en el parto de su hijo número catorce. Constituyen un ensayo general de lo que poco despues fue el cúlmen arquitectónico de esa –y de cualquier otra- pasión: el Taj Mahal. Un amor tan intenso que impregna cada molécula y cada brizna de hierba del jardín y que inspiró en 1925 un elixir que aún hoy en día, gracias a su hábil combinación de limón, bergamota y jazmín, es uno de los máximos exponentes del perfume de formas voluptuosas, hechas para seducir. "Shalimar" es el olor preferido de Greta Garbo y tambien el elegido por Sigourney Weaver en “Armas de Mujer” para seducir a Harrison Ford…Y "Shalimar" es tambien el nombre del pollo especiado con una salsa de coco y albaricoques que adquiere en el plato un llamativo rosa chillón…Ese rosa chillón que parece robado a los crepúsculos de Asia.

La mente de Rashid repasa estos y otros datos de forma obsesiva mientras intenta apartar de sí lo inapartable: la imagen de Britney Spears que se reproduce en los reflejos del estanque, en las formas de los árboles de ese pedazo de Pakistán, en la única nube que rompe la uniformidad de un cielo plano y carmesí…Oh sí, allí están sus muslos prietos…más allá sus pechos desnudos…y aquello de allí son sus labios, húmedos y entreabiertos… Rashid Aziz, maestro de la madrasa norte de Lahore, autor de “El Corán y la Espada”, padre en siete ocasiones y marido modélico está tan embebido de Britney Spears, tan en lucha consigo mismo, tan sometido a su íntima y familiar tortura, que apenas es consciente de que, según lo convenido, un rapaz de trece años acaba de deslizar un móvil robado un par de horas antes en el bolsillo de su túnica.

Para Rashid, ese móvil esconde el secreto de cómo acabar con Britney y todo lo que representa. La liberación. El renacimiento. La depuración de su alma. Así que Rashid, no sin esfuerzo, vuelve al presente, siente de nuevo el ardiente y familiar aire del Punjab en su frente, consulta su reloj y espera, espera hasta la hora convenida en que coge el móvil y marca el número, una llamada perdida que nos lleva hasta un almacén de telas en Bombay donde, al oirla, seis jóvenes se levantan al unísono y retiran unas alfombras bajo las cuales surgen granadas y kalashnikovs con los que salen al sofocante atardecer de la ciudad dispuestos a matar y a morir y, de paso, cambiar el rumbo del mundo disparando contra un fantasma invencible. El fantasma de Britney Spears.