jueves, 31 de octubre de 2013

Pesadilla en el mejicano.



          Por algún motivo que prefiero no imaginar todos los restaurantes mejicanos en los que acabo parecen salidos de Barrio Sésamo. Burritos y tortitas son servidos en sillitas y mesitas en una atmósfera de  guardería infantil. Ahora mismo ando junto a mis amigotes del alma y compañeros de correrías desde la era prerománica Piper y Flaki D.J. entregados los tres a la miniaturesca tarea de confeccionar taquitos de qué más da qué cosa sobre una diminuta superficie de madera color azul preescolar y bajo la siempre inquietante, feroz, revolucionaria y (sobretodo) bigotuda mirada de Emiliano Zapata y el bueno de Pancho Villa, agazapados  muy serios  ellos  entre exóticas  botellas de tequila (espirituoso llamado así porque procede originalmente del municipio Tequila en el estado de Jalisco, mis queridos ignorantes: arde-bilbao te enseña, arde-bilbao te entretiene…) que nos llaman a gritos desde las baldas (las botellas, claro, no los rebeldes). Las banquetas son tan bajas que  nuestras rodillas están un palmo o así por encima de nuestras cabezas (distancia que se queda corta en el caso de Flaki D.J., excampeón juvenil de salto de altura, extremidades inferiores saltamontescas, largas como un dia sin pan). En fin, puro contorsionismo a una edad nada recomendable. Así que decidme: ¿cuáles son médicamente las perspectivas digestivas de la situación? Yo os lo diré: pesadillescas, manzanillamente insalvables, una noche oscura del alma que se te viene encima a todo trapo. Sin remisión.
          Postdata: Y por si fuera poco tres veces, ¡tres!, torturados por la de “con dinero y sin dinero/ hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la leyyyyyyyyyyyyyyyy” a un volumen troyano. ¡Tres veces! ¡Por el amor de Dios!.. Yo no vuelvo. Hasta prefiero un hindú.

martes, 29 de octubre de 2013

Cuidado con Mister Baker



     Ya en el primer minuto el zumbado de Ginger Baker, a estas alturas con más de 70 años de estresante vida, rompe la nariz de un bastonazo al director del film. “Beware Of Mr. Baker” es un estupendo documental sobre el diablo pelirrojo, uno de los baterías más salvajes del rock (y  también más colgados, que en el caso de los baterías es decir mucho), miembro junto a Eric Clapton y Jack Bruce (con quien se partía la cara un día sí y otro también  hasta hacer saltar las lágrimas de pura desesperación a Clapton) de CREAM. Tras esos dos años de gloria (1966-1968) fue a sacar de quicio a Steve Wimwood  en BLIND FAITH.  Y a partir de ahí una carrera delirante marcada por la heroína y un nomadismo constante (más que nada porque nadie le podía aguantar mucho tiempo) que le lleva desde Nigeria a Hollywood para acabar  recabando en Sudáfrica, donde reside actualmente rodeado de perros y caballos.

          Lo mejor de “Beware of Mr. Baker” es que tanto hijos, mujeres, socios y músicos (destacando Eric Clapton, Jack Bruce y Johnny Rotten, aunque desfilan muchos más) coinciden en que estamos hablando de un impresentable del quince, un perfecto cabronazo. No cae bien a nadie. Lo expresa perfectamente Jack Bruce : “Hoy día estamos felices de coexistir en diferentes continentes, él en Sudáfrica y yo en Inglaterra. Aunque estoy pensando en pedirle que cambie nuevamente de residencia. Todavía está un poco demasiado cerca”.

          Pero eso sí:¡qué forma de tocar la batería!. Un monstruo.

viernes, 25 de octubre de 2013

Un día en el futuro.



           Esto que voy a contar no lo veremos ni tú ni yo, porque ya estaremos muertos. Nos lo perderemos, no por mucho, más bien por muy poco, pero nos lo perderemos. Así que si os parece nos vamos situando. Démos un salto en el tiempo: ya no quedan elefantes en África, ni hay judíos en Jerusalén, pero tampoco se ha vencido la calvicie y un sol sin barreras, blanco y salvaje, golpea día tras día la cansada piel de La Ciudad, que, efectivamente, cumpliendo todos los augurios, se ha ido convirtiendo en una caótica papilla de cemento, hierro y cristal de arterias colapsadas por la grasa densa y sucia de un tráfico en el que destacan, desplazándose  de un lado a otro sobre un asfalto de la consistencia del queso fundido, los taxis de protección municipal, precio innegociable y carrocería hiperpublicitada .
           Uno de ellos (de estos taxis)  se detiene en la avenida más transitada del Núcleo-Centro vomitando una negra humareda y de él desciende Desperado, estética de camisa a cuadros y vaqueros rotos, muy de los años noventa del siglo XX, gafas de sol de cinta elástica que le cubren la mitad de la cara y una bisera marca Crazy Hobbit puesta al revés en la cabeza . A grandes zancadas, atraviesa la calle y se introduce en el gigantesco vestíbulo del Edifico Vicente del Bosque.
             Dos ascensores y un número desconocido  de escaners de identificación más tarde, se encuentra en la planta 63, ocupada en su totalidad  por la Productora Audiovisual  Titus-Media. Llega tarde. Pero en el momento justo. La  redacción está atenta a una enorme pantalla tridi desde la que se dirige a todos ellos Vasili Marinetti  uno de los dos propietarios de la empresa. El clima en la oficina es  estático y reverencial,  la voz y la imagen retocada del magnate centrifugan  por completo la atención de cargos intermedios, técnicos, redactores, guionistas y personal de administración…nadie quiere perderse un gesto o una palabra porque en ese instante son cien por cien conscientes, de una forma que no acaban de entender del todo, de que la vida de todos está en juego. Desperado pone también sus  cinco sentidos en la escena de la que forma parte.
    -“…sí, ahora puedo manifestar alto y claro – está diciendo Marinetti con una dicción y modulación perfectas- que la solvencia de esta empresa y, por lo tanto, los puestos de trabajo de sus empleados, están asegurados un año más: esta misma mañana hemos firmado la producción por una temporada más de “Saber y Ganar”, nuestro concurso estrella que tantas…”
              En ese instante un pavoroso aullido seguido de una catarata de inconsolables sollozos a un volumen considerable se elevan de la parte delantera del grupo de trabajadores. Aunque desde su posición Desperado no puede ver a su autor, tampoco le hace falta, sabe perfectamente de quien se trata: Jordi Hurtado.

viernes, 18 de octubre de 2013

The girl



          A Bruno Pekín le gusta que haya héroes. Porque necesita creer en ellos. Creer en gente que vive o ha vivido de acuerdo a unos principios;  rediós, ¿para tanto es?: ¡unos  principios! Y por eso le llevan los demonios  cuando cualquier majadero saca a  relucir el indecente acoso de Gandhi a su joven sobrina o  la sospechosa facilidad del Che para tirar de gatillo con campesinos desarmados o  las promocionalmente interesadas maniobras de Sting con las tribus amazónicas o el bandolerismo fiscal de Messi o el agrio caracter y violento anticomunismo de Walt Disney o al barbudo Karl Marx dejando embarazada a la sirvienta para luego desentenderse del churumbel…¡no puede ser!, se dice Bruno a sí mismo, ¿es que no hay nada limpio? ¿de qué oscuro material estamos hechos? Y, vaya vaya, por toda respuesta el destino le sigue enviando más  golpes bajos: el colaboracionismo nazi y despotismo familiar de Enid Blyton (¡la sagrada autora de las sagas de “Los Cinco” y los “Siete Secretos”, por Dios!, ¿es que ya no respetamos nada?...),  la tacañería explotadora de Charlie Chaplin, el divismo cruel y egocéntrico de la Madre Teresa de Calcuta, el tormentoso escándalo de los eres en Andalucía…¿qué pasa aquí? ¿será verdad que lo único puro que queda en este mundo es el sonido de unas campanas y el alcalde de Marinaleda?

          El último clavo en el ataúd de su estado de ánimo lo ha puesto esta película, “The Girl”, que el infierno confunda, en la que se trata a uno de sus ídolos, el gran Alfred Hitchcock, como un calentorro babeante acosarubias sin un ápice de gracia ni ingenio. El colmo, se dice a sí mismo Bruno  mientras se prepara un cacao puro “Pedro Mayo” templadito y bajo en colesterol,  más que nada por ver si se serena y se le va la mala hostia de una vez. Cagüensós, qué vida.

jueves, 17 de octubre de 2013

El héroe de la oficina



Como en la selva – escribe Bruno Pekín inspirado por su encuentro reciente con El Periodista- en la redacción de un medio de comunicación conviven un gran número de especies a las que podemos dividir inicialmente en dos grandes subgrupos: la vegetal y la animal. Quienes pertenecen al primer apartado nacen, crecen y mueren laboralmente en el mismo rincón y están ahí como podrían estar, pongamos por caso, al frente de una sección de embasado de callos precocinados o encargados de maniatar a la silla de tortura a sospechosos de terrorismo en las tripas de la cárcel de Abu Ghraib. Da igual que da lo mismo. Instalados cómodamente en su maceta oficinesca, perdida toda esperanza salvo la de salir de ahí en cuanto dé la hora sin que nada complique el plan, y entretenidos con el cambio de siglo por ciberartefactos radiales que han venido al rescate del tedioso goteo de sus días, tales como twitter y facebook (donde no tardan en convertirse en verdader@s espert@s en rebotar y difundir papanatadas) , los periodistas vegetales navegan también, solos o en grupo, viento en popa siempre,  por páginas de compra venta a la captura de los chollos más descabellados, preferentemente bolsos y material deportivo. Lo único que les saca de ese mundo paralelo y les conecta con su entorno físico y laboral son los chascarrillos que afectan a la vida privada de los demás (separaciones repentinas, idilios secretos, dermatitis atópicas, mudanzas clandestinas…) y cualquier rumor que pueda afectar a la cifra de su nómina. Es esa palabra, “nómina”, su verdadero mantra. La única que puede actuar como el “levántate y anda” bíblico. El conjuro que puede transformar a una hortensia melancólica en una planta carnívora. Est@s compañeros me caen estupendamente, no puedo negarlo. En serio.

Me cuesta mucho más – continúa escribiendo Bruno- soportar al segundo gran grupo: el animal. Estos se caracterizan por utilizar como carburante una ambición de muchos octanos, gracias a la cual trepan a puestecitos de responsabilidad, conspiran junto a la máquina del café, lamen cualquier nalga que brille un poco y (ese combustible) les permite, además, atrapar al vuelo los langostinos a la plancha y transitar pasadizos secretos hacia los pluses salariales más abisales, detectados y enfocados en muchos casos gracias al contacto íntimo y directo con la artillería sindical. Curiosamente, y debido tal vez a algún oscuro mecanismo compensatorio, el periodista animal se presenta siempre como el más solidario y guay de este bosque animado. Su sed de justicia e igualdad, su ansia porque las cosas funcionen en esa redacción  como dios manda y su solidaridad con el débil o el recién llegado ( tiern@s becari@s desorientados preferentemente)  le llevan a firmar con rabia toda clase de comunicados revolucionarios y a arrancarse en jacobinos discursos incendiarios teñidos de una cólera que ni Zeus en sus peores berrinches. Sobra decir que estamos ante una pose que será abandonada  en cuanto esta sabandija alcance el más nimio de sus objetivos, no digamos ya si pone el pie en un despacho.

Finalmente, por encima de este sórdido mare magnum (donde no vamos a perder el tiempo hablando de los currelas honestos y esforzados, que los hay, pero en número tan insignificante que no alcanzan los mínimos para tener derecho a un párrafo en esta misiva) están los jefes. Sobre ellos (¡los jefes!) lo único que tengo que decir es que lo hacen todo bien y que para ellos  solo tengo sentimientos de gratitud por los grandes momentos que me hacen pasar y también admiración, pues es admiración pura y dura lo que se merecen unos profesionales que, a pesar de tener que ver día tras día como sus grandes ideas son destrozadas por esa impresentable caterva de subordinados, no pierden ni la simpatía, ni la sonrisa amigable y, ni mucho menos, la esperanza en un mundo mejor y más competente. Y esa, me consta, es la actitud de los héroes”