Por algún motivo que prefiero no imaginar todos los restaurantes
mejicanos en los que acabo parecen salidos de Barrio Sésamo. Burritos y
tortitas son servidos en sillitas y mesitas en una atmósfera de guardería infantil. Ahora
mismo ando junto a mis amigotes del alma y compañeros de correrías desde la era prerománica Piper y Flaki D.J. entregados los tres a la
miniaturesca tarea de confeccionar taquitos de qué más da qué cosa sobre una diminuta superficie de madera color azul preescolar y bajo la siempre inquietante, feroz, revolucionaria
y (sobretodo) bigotuda mirada de Emiliano Zapata y el bueno de Pancho Villa, agazapados muy serios ellos entre exóticas botellas de tequila (espirituoso llamado así
porque procede originalmente del municipio Tequila en el estado de Jalisco, mis
queridos ignorantes: arde-bilbao te enseña, arde-bilbao te entretiene…) que nos
llaman a gritos desde las baldas (las botellas, claro, no los rebeldes). Las banquetas son tan
bajas que nuestras rodillas están un
palmo o así por encima de nuestras cabezas (distancia que se queda corta en el
caso de Flaki D.J., excampeón juvenil de salto de altura, extremidades
inferiores saltamontescas, largas como un dia sin pan). En fin, puro contorsionismo a una edad nada recomendable. Así que decidme: ¿cuáles
son médicamente las perspectivas digestivas de la situación? Yo os lo diré: pesadillescas,
manzanillamente insalvables, una noche oscura del alma que se te viene encima a todo trapo. Sin remisión.
Postdata: Y por si fuera poco tres veces, ¡tres!, torturados por la de “con
dinero y sin dinero/ hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la
leyyyyyyyyyyyyyyyy” a un volumen troyano. ¡Tres veces! ¡Por el amor de Dios!.. Yo no vuelvo. Hasta
prefiero un hindú.jueves, 31 de octubre de 2013
martes, 29 de octubre de 2013
Cuidado con Mister Baker
Ya en el primer minuto el zumbado de Ginger Baker, a estas alturas con más
de 70 años de estresante vida, rompe la nariz de un bastonazo al director del
film. “Beware Of Mr. Baker” es un estupendo documental sobre el diablo pelirrojo, uno
de los baterías más salvajes del rock (y
también más colgados, que en el caso de los baterías es decir mucho), miembro
junto a Eric Clapton y Jack Bruce (con quien se partía la cara un día sí y otro
también hasta hacer saltar las lágrimas
de pura desesperación a Clapton) de CREAM. Tras esos dos años de gloria
(1966-1968) fue a sacar de quicio a Steve Wimwood en BLIND FAITH. Y a partir de ahí una carrera delirante
marcada por la heroína y un nomadismo constante (más que nada porque nadie le
podía aguantar mucho tiempo) que le lleva desde Nigeria a Hollywood para acabar
recabando en Sudáfrica, donde reside
actualmente rodeado de perros y caballos.
Lo mejor de “Beware of Mr. Baker” es que tanto hijos, mujeres, socios y
músicos (destacando Eric Clapton, Jack Bruce y Johnny Rotten, aunque desfilan
muchos más) coinciden en que estamos hablando de un impresentable del quince,
un perfecto cabronazo. No cae bien a nadie. Lo expresa perfectamente Jack
Bruce : “Hoy día estamos felices de coexistir en diferentes continentes, él en
Sudáfrica y yo en Inglaterra. Aunque estoy pensando en pedirle que cambie
nuevamente de residencia. Todavía está un poco demasiado cerca”.
Pero eso sí:¡qué forma de tocar la batería!. Un monstruo.
viernes, 25 de octubre de 2013
Un día en el futuro.
Esto que voy a contar no lo veremos ni tú ni yo, porque ya
estaremos muertos. Nos lo perderemos, no por mucho, más bien por muy poco, pero nos lo perderemos. Así
que si os parece nos vamos situando. Démos un salto en el tiempo: ya no
quedan elefantes en África, ni hay judíos en Jerusalén, pero tampoco se ha vencido la calvicie y un sol sin barreras, blanco y
salvaje, golpea día tras día la cansada piel de La Ciudad, que, efectivamente, cumpliendo
todos los augurios, se ha ido convirtiendo en una caótica papilla de
cemento, hierro y cristal de arterias colapsadas por la grasa densa y sucia de un tráfico en el que destacan, desplazándose de un lado a otro sobre un asfalto de la consistencia del queso fundido, los taxis de protección municipal, precio innegociable y carrocería hiperpublicitada .
Uno de ellos (de estos taxis) se detiene en la avenida más transitada del Núcleo-Centro vomitando
una negra humareda y de él desciende Desperado, estética de camisa a cuadros y vaqueros rotos, muy de los años noventa del siglo XX, gafas de sol de
cinta elástica que le cubren la mitad de la cara y una bisera marca Crazy Hobbit puesta al revés en la
cabeza . A grandes zancadas, atraviesa la calle y se introduce en el gigantesco
vestíbulo del Edifico Vicente del Bosque.
Dos ascensores y un número desconocido de escaners de identificación más tarde, se
encuentra en la planta 63, ocupada en su totalidad por la Productora Audiovisual Titus-Media. Llega tarde. Pero en el momento justo. La redacción está atenta a una enorme pantalla
tridi desde la que se dirige a todos ellos Vasili Marinetti uno de los dos propietarios de la empresa. El
clima en la oficina es estático y
reverencial, la voz y la
imagen retocada del magnate centrifugan por completo la atención de cargos
intermedios, técnicos, redactores, guionistas y personal de administración…nadie
quiere perderse un gesto o una palabra porque en ese instante son cien por cien conscientes, de una
forma que no acaban de entender del todo, de que la vida de todos está en juego.
Desperado pone también sus cinco
sentidos en la escena de la que forma parte.
-“…sí, ahora puedo manifestar alto y claro – está diciendo Marinetti con una dicción y modulación
perfectas- que la solvencia de esta empresa y, por lo tanto, los puestos de
trabajo de sus empleados, están asegurados un año más: esta misma mañana hemos
firmado la producción por una temporada más de “Saber y Ganar”, nuestro
concurso estrella que tantas…”
En ese instante un pavoroso aullido seguido de una catarata de inconsolables sollozos a un volumen considerable se elevan de la parte delantera del grupo de trabajadores. Aunque desde
su posición Desperado no puede ver a su autor, tampoco le hace falta, sabe
perfectamente de quien se trata: Jordi Hurtado.
viernes, 18 de octubre de 2013
The girl
A Bruno Pekín le gusta que haya héroes.
Porque necesita creer en ellos. Creer en gente que vive o ha vivido de acuerdo
a unos principios; rediós, ¿para tanto es?: ¡unos principios! Y por eso le llevan los demonios cuando cualquier majadero saca a relucir el indecente acoso de Gandhi a su
joven sobrina o la sospechosa facilidad
del Che para tirar de gatillo con campesinos desarmados o las promocionalmente
interesadas maniobras de Sting con las tribus amazónicas o el bandolerismo fiscal de Messi o el agrio caracter y violento anticomunismo de Walt Disney o al barbudo Karl Marx dejando embarazada a la sirvienta para luego desentenderse del churumbel…¡no puede ser!, se
dice Bruno a sí mismo, ¿es que no hay nada limpio? ¿de qué oscuro material estamos hechos? Y, vaya vaya, por toda respuesta el destino le sigue enviando más golpes bajos: el colaboracionismo
nazi y despotismo familiar de Enid Blyton (¡la sagrada autora de las sagas de “Los
Cinco” y los “Siete Secretos”, por Dios!, ¿es que ya no respetamos nada?...), la tacañería explotadora de Charlie Chaplin,
el divismo cruel y egocéntrico de la Madre Teresa de Calcuta, el tormentoso escándalo de los eres en Andalucía…¿qué pasa aquí? ¿será verdad que
lo único puro que queda en este mundo es el sonido de unas campanas y el alcalde de Marinaleda?
El último clavo en el ataúd de su estado
de ánimo lo ha puesto esta película, “The Girl”, que el infierno confunda, en
la que se trata a uno de sus ídolos, el gran Alfred Hitchcock, como un calentorro
babeante acosarubias sin un ápice de gracia ni ingenio. El colmo, se dice a sí mismo Bruno mientras se prepara un cacao puro “Pedro Mayo”
templadito y bajo en colesterol, más que nada por ver
si se serena y se le va la mala hostia de una vez. Cagüensós, qué vida.
jueves, 17 de octubre de 2013
El héroe de la oficina
“Como en la selva – escribe Bruno Pekín
inspirado por su encuentro reciente con El Periodista- en la redacción de un
medio de comunicación conviven un gran número de especies a las que podemos
dividir inicialmente en dos grandes subgrupos: la vegetal y la animal. Quienes
pertenecen al primer apartado nacen, crecen y mueren laboralmente en el mismo
rincón y están ahí como podrían estar, pongamos por caso, al frente de una
sección de embasado de callos precocinados o encargados de maniatar a la silla
de tortura a sospechosos de terrorismo en las tripas de la cárcel de Abu
Ghraib. Da igual que da lo mismo. Instalados cómodamente en su maceta
oficinesca, perdida toda esperanza salvo la de salir de ahí en cuanto dé la hora sin que nada complique el plan, y entretenidos con el cambio de siglo por ciberartefactos radiales
que han venido al rescate del tedioso goteo de sus días, tales como twitter y facebook
(donde no tardan en convertirse en verdader@s espert@s en rebotar y difundir
papanatadas) , los periodistas vegetales navegan también, solos o en grupo, viento
en popa siempre, por páginas de compra
venta a la captura de los chollos más descabellados, preferentemente bolsos y material
deportivo. Lo único que les saca de ese mundo paralelo y les conecta con su
entorno físico y laboral son los chascarrillos que afectan a la vida privada de
los demás (separaciones repentinas, idilios secretos, dermatitis atópicas,
mudanzas clandestinas…) y cualquier rumor que pueda afectar a la cifra de su
nómina. Es esa palabra, “nómina”, su verdadero mantra. La única que puede
actuar como el “levántate y anda” bíblico. El conjuro que puede transformar a una
hortensia melancólica en una planta carnívora. Est@s compañeros me caen estupendamente, no
puedo negarlo. En serio.
Me cuesta mucho más – continúa escribiendo
Bruno- soportar al segundo gran grupo: el animal. Estos se caracterizan por
utilizar como carburante una ambición de muchos octanos, gracias a la cual
trepan a puestecitos de responsabilidad, conspiran junto a la máquina del café,
lamen cualquier nalga que brille un poco y (ese combustible) les permite,
además, atrapar al vuelo los langostinos a la plancha y transitar pasadizos secretos
hacia los pluses salariales más abisales, detectados y enfocados en muchos
casos gracias al contacto íntimo y directo con la artillería sindical.
Curiosamente, y debido tal vez a algún oscuro mecanismo compensatorio, el periodista
animal se presenta siempre como el más solidario y guay de este bosque animado.
Su sed de justicia e igualdad, su ansia porque las cosas funcionen en esa redacción
como dios manda y su solidaridad con el
débil o el recién llegado ( tiern@s becari@s desorientados preferentemente) le llevan a firmar con rabia toda clase de comunicados
revolucionarios y a arrancarse en jacobinos discursos incendiarios teñidos de una cólera que ni Zeus en sus peores berrinches. Sobra decir que estamos ante
una pose que será abandonada en cuanto
esta sabandija alcance el más nimio de sus objetivos, no digamos ya si pone el
pie en un despacho.
Finalmente, por encima de este sórdido mare
magnum (donde no vamos a perder el tiempo hablando de los currelas honestos y
esforzados, que los hay, pero en número tan insignificante que no alcanzan los
mínimos para tener derecho a un párrafo en esta misiva) están los jefes. Sobre
ellos (¡los jefes!) lo único que tengo que decir es que lo hacen todo bien y que
para ellos solo tengo sentimientos de
gratitud por los grandes momentos que me hacen pasar y también admiración, pues
es admiración pura y dura lo que se merecen unos profesionales que, a pesar de
tener que ver día tras día como sus grandes ideas son destrozadas por esa impresentable
caterva de subordinados, no pierden ni la simpatía, ni la sonrisa amigable y,
ni mucho menos, la esperanza en un mundo mejor y más competente. Y esa, me
consta, es la actitud de los héroes”
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