viernes, 11 de julio de 2014

El próximo año, Beyoncé




          Bilbao se despereza y obsequia  a sus hormigas con una de las tonalidades más irritantes del gris. Furgonetas repartidoras traquetean de aquí para allá polinizando los comercios más madrugadores. Turistas paranoicos con ojos de búho buscan su hotel  deslizando un dedo mojado sobre  un mapa licuado. Escuadrones de gaviotas que aúllan como monos cagan a placer sobre las placas de titanio del museo-reclamo. 
        Algo más al fondo,  los últimos resistentes del BBK Live descienden la montaña sagrada de Kobetas camino del centro de la ciudad. Entre ellos hay quien se cree el mismísimo Moisés de regreso a su pueblo, acarreando las Tablas de la Ley del Pop entregadas esa noche en mano  por Franz Ferdinand. ”Diréis lo que queráis", dice Txiki, "pero el cartel de este año no está a la altura, para nada, decepcionante, ¿Franz Ferdinand? ¡Bah! ¡Tercera categoría!”. “Hombre, no han estado mal…” le responde Porrón que va diez escaleras más adelante. “Claro que no han estado mal, pero joder… ¿cabezas de cartel? ¿éstos? ¡A otro perro con ese hueso, no te jode!…aquí hay afición y pasta suficiente para jugar más fuerte ostiaaa, más fuerte….”. Una rata del tamaño de un camión de basura se agita entre los arbustos. “¡Y mejores servicios, cojones, que nos tratan como a presidiarios!”, brama Kupela, que va cerrando la fila india.
Vale entonces listillo", dice Txato dirigiéndose a Txiki, "¿a quién pondrías tú entonces de cabeza de cartel?,¿eh?” Se hace un silencio que coincide con un tramo especialmente vertical y oscuro de la escalera de piedra irregular. Por fin,  bajo una farola de aspecto escalofriante, Txiki se detiene y, volviéndose,  anuncia: “Pues mira, qué menos que Prince, U2 y Neil Young, por ejemplo y sin pensarlo mucho. Ésos sí que dan la talla, están a la altura de esta movida, qué menos, ¿y qué harías tú, capullo sabelotodo?” “Pues mira”, le responde Txato, "por mí Lady Gaga el jueves, Beyoncé  el viernes y Britney Spears pal sábado…y chupando banquillo, por si hay alguna lesión, Shakira y Kate Perry, y te aseguro que este pavo subiría y bajaría este puto everest con mucho más entusiasmo…” Tras unas risitas de conejo, Kupela y Porrón berrean al unísono mientras sortean un espectro que se vomita en los zapatos: “¡Estamos contigo Txato!¡Que le den polculo al nilyaun!”.  

jueves, 10 de julio de 2014

Fito desenfocado



                    Son cerca de las dos de la tarde y están sentados en una de las terrazas de la etílica calle Pozas. “Ey, ¿no es aquél Fito?”, dice Txiki mirando al otro lado de la acera. Todos se vuelven para ver a la estrella del rock local que en ese instante entra en una sucursal de la BBK. Gorra de organillero cañí,  gafas ahumadas de cura obrero, aros tamaño familiar en las orejas, patillas de pez espada…No hay duda: es él.  ”Osti tú, qué bajito es ¿no? si parece un jobit”, dice Kupela para quien Shaquille O¨Neal es de un amaño tirando a normal. “ Yo le veo más rollo duendecillo del bosque, como de gnomo, y tiene pinta de tío guay", dice Porrón. “Lo que no quita que se lo haya montado de cojones el tío”, dice amarillo de envidia Txiki. “Seguro que ahí dentro le han puesto alfombra roja y ahora le están dando un masaje con moéchandon”, sentencia Txato con algo parecido a un rictus de astuta malicia.  “A mí me parece una copia barata de Mark Knoffler, son todas iguales, un puto ful, no me lo explico”, dice Txiki. “¿Qué dices? Pa nada tío, no se parece en nada a nadie…es mucho mejor, más…auténtico, más Springsteen joder, a mí me encanta”, salta ofendido Porrón.

          “En todo caso yo daba un huevo y la yema del otro por estar  en su pellejo, dice ahora Txiki, con su cuentecita corriente bien abultada en el bolsillo, buenrollismo paquí, buenrollismo pallá, un día en cada puerto, jijí ,jojó, y con las pibas haciendo cola con las bragas en los dientes locas por adoptarte, fuahhh chavales…”¡Ey tíos, mirad eso…!”, interrumpe Kupela. La puerta de la sucursal  se abre y dos empleados encorbatados sacan con cuidado a un Fito tambaleante y pálido como un folio y le apoyan contra la pared, al parecer con la intención de que le dé el aire. Tras ellos, aparece una empleada con una silla de oficina en la que le sientan y abanican. Se juntan alrededor del grupo algunos curiosos. Fito no parece recuperarse, está cada vez más blanco y desenfocado,  así que la empleada vuelve a perderse en el interior de la sucursal y al poco se oye la sirena de una ambulancia abriéndose paso por la calle. Los del 112 introducen al roquero hecho un guiñapo en el vehículo y salen a toda pastilla, dejando de nuevo a la vista a los empleados de banca que siguen ahí plantados con gesto de preocupación. Uno de ellos sostiene entre sus manos la visera mítica del cantante a la que trata como si fuera el último cachorro de oso panda. “¡Madre mía!”, exclama  Porrón,"¡qué bien vivo!"

sábado, 5 de julio de 2014

El Proyecto Araña



           Escuchadme, creo que la cosa os va a gustar”, dice Txikito, que siempre es el de las ideas, además de incontestable Premio Pico de Oro de la cuadrilla, “es la Araña, la Araña esa del Guggenheim…”. “¿Qué araña?”, pregunta Txato con la jarra de cerveza detenida a medio camino y mirándonos con extrañeza a los demás. “¡Hostia, Txato, pues la Araña esa que está al lado de la charca de los mecheros, coño, esa que es de bronce o no sé qué ostias y que lleva huevos, cojones, que no te enteras cabrón, que no has salido de Rekalde desde que te parió tu madre” aúlla Kupela, entre cuyas grandes cualidades es obvio que no se cuenta la paciencia. Algunos descerebrados de las mesas más próximas nos echan una ojeada bovina y vuelven de inmediato a sus espantosos micromundos. “Vale, La Araña”, retoma Txikito, “el caso es que una noche le pega un rayo o lo que ostias sea y zas, ¡cobra vida!”. “Qué guaapooo”, dice como en éxtasis  Porrón. “Saca las patas de donde están clavadas”, continúa  Txikito, poniendo cara de estreñido y haciendo con los brazos el gesto esforzado de quien arranca cebollas del suelo, “y chas, chas, chas, se pone a andar por el paseo ese…el de la ría”. “¿En qué dirección?”, pregunto, más que nada por asegurarme de que aún me funciona la laringe y que estoy ahí…. “Eso lo podemos pensar, pero igual en dirección a Bilbao, ¿qué os parece?…”. “¡Qué guaapoooo!”, cacarea de nuevo Porrón asintiendo como un perro piloto. “!Joder Porrón!, ¿te has rallao o qué ostias te pasa?¡Pa decir eso cierra la puta boca o te meto una hostia!” ruge Kupela, que desde que le dejó la chavala está ligeramente explosivo. “Pues eso”, retoma Txikito, “que va hacia Bilbao y como es una madre araña que piensa que sus huevos están amenazados y tal pues va atacando a todo lo que se encuentra por delante y masacra a todo dios, turistas japoneses, tíos en bicicleta, indígenas de aquí que pasean a esas horas... hasta que la Ertzaintza la rodea y ella trepa por la fachada de una de esas torres gemelas que han hecho nuevas y arriba se defiende como puede y se oye una música romántica que nos dice que es sólo una madre intentando proteger a sus crías y sin embargo llegan unos cuantos helicópteros con grandes focos y ta-ta-ta-ta-ta, bum, bum, bum….”. “Vale tío”, brama ahora Kupela, el mandarían del relax, “el problema de esa puta historia es que ya la han hecho, ¿te enteras?, ¡ya la han hecho, joder! ¡Ya la han hecho!”. “¿Ah, sí?", musita contrariado Txikito frunciendo el ceño. Se hace un silencio y todos le damos un trago a nuestra rubia, ya recocida y sin burbujas. “¿Y dónde decís que está esa araña?”, apuntilla Txato de Rekalde finalmente con la parsimonia de un santo.

jueves, 3 de julio de 2014

Camping-Sex



     Hubo un tiempo en que los campings eran sexo, sexo por todos los lados, sexo omnipresente, una orgía de sexo sucio, inevitable y natural. Por fortuna, casi siempre estaba el mar cerca para refrescar un poco el calentón y aflojar la llanta, porque si no aquello acababa con la salud mental del más curtido. Y más si tenías, como vuestro humilde servidor en el momento del que os quiero hablar, quince efervescentes años y estabas allí de vacaciones con tus padres, en la jaima familiar, diseñada en alegres tonos del azul y el naranja, con un maravilloso "avance" de tela que extendíamos durante el día y cuya sombra nos salvaba de morir calcinados, como en Pompeya, junto a la frágil mesa de aluminio en la que hacíamos todo (o casi todo). Hablo de los campings de antes, aquellos bulliciosos poblados de lona donde la promiscuidad de sus habitantes a lo largo de todo el verano era fatalmente ineludible. Aún no habían irrumpido las autocaravanas con ducha y cagadero propios, wi-fi y plasma, ni los bungalows, ni las casitas prefabricadas, en realidad no había nada verdaderamente sólido en lo que esconderse. La vida se hacía en la calle, en un strip-tease colectivo, descalzos, a pie de tienda, en los estrechos espacios que delimitaban las parcelas, en los reducidos pasillos del minimercado. Se convivía a lo grande. Aquél era un mundo en conexión constante. Una verdadera red de cuyos hilos colgaban favores mutuos, pulsiones fatales y rencores secretos.
     Así eran los campings. Antes. Una gozada. Cuerpos sudados con escasísima ropa rozándose durante el día, vagando de aquí para allá indolentes, casi arrastrándose, como el ritmo de esa canción, "Summertime", pesados, lascivos, adoptando posturas fascinantes, descuidadas, sobre la arena de la playa, en las hamacas, al agacharse para descorrer una cremallera de la tienda o al inclinarse, yo que sé, sobre una cazuela en la que hervían varios huevos en agua sobre una pequeña bombona de gas. Un festival tórrido de bikinis desbordados, ángulos indiscretos, pieles morenas, curvas suicidas, líneas lascivas y un olor a crema de nivea fundiéndose con todo ello mientras todas las nubes del atardecer echaban más leña al fuego adoptando formas prohibidas. Aquello era la leche. El no va más. En la noche, los jadeos de los que horas más tarde, en la mañana,  verías tan campantes dirigiéndose a la zona de duchas comunales neceser y toalla en ristre, resonaban por todo el campamento y escenas triple X eran representadas por sombras chinescas sobre la lona de tiendas suavemente iluminadas para todo aquél con un mínimo de curiosidad.  Como podéis imaginar aquello me tenía loco, mis feromonas se agitaban endemoniadas y yo vivía sometido a tal tensión que comencé a padecer un tan extraño como alarmante bizqueo de ojos que ese mismo otoño me llevaría al oculista. Despierto y dormido, mis fantasías eróticas se pasaban el día en el gimnasio, amorradas a la máquina de pesas, musculando incansablemente en la elaboración de ardientes guiones cada vez más procaces con las madres, hijas, tías y abuelas o lo que fuera de aquella tribu con fecha de caducidad.   


     Yo estaba exhausto. Y un día, justo cuando creía que no podía más, bajo el sol del media tarde, precedida por un dulce olor a pachuli, con sus sandalias aún manchadas del polvo de Calcuta y Benarés, con su cuerpo perfecto celebrando la armonía esférica del universo que nos daba cobijo… apareció Lidia.

     Pero esa es… otra historia.

    

miércoles, 2 de julio de 2014

La niebla



     Un día te despiertas y te envuelve una niebla densa. Apenas puedes verte la nariz. Hace días que la ves rondar, pero hasta ahora se detenía en la ventana. ¿Qué hace hoy en la habitación misma? ¿Y por qué la sientes tan…dentro? Tú, la casa, la gente, el mundo, todo envuelto en niebla. 
     Te levantas. No es exactamente como estar ciego. O, al menos, eso es lo que supones. Es más bien como un profundo desenfoque. Venciendo el temor, palpando paredes,  consigues salir a la calle. Por los sonidos deduces que la ciudad vive su vida normal. O eso parece. Sólo tú avanzas como puedes en medio de esa niebla. Te sientes como un buzo caminando por el fondo de unas aguas muy turbias, rodeado de formas difusas, inconcretas, que en ocasiones también se mueven, te rozan, pasan veloces y desaparecen. 
     Por encima de todo, te dices, a nadie he de hablar de esto. Esta niebla es mi secreto. Aprenderé a vivir con ella y mis gestos serán, día tras día, los de alguien que vive bajo el sol.