Números y palabras. Palabras y números. Eso es lo que nos
queda.
Números como látigos, como cifras postizas en el salvavidas
de la cuenta corriente, como la edad que gotea imperturbable del grifo
imperfecto, como glóbulos rojos y comandos de plaquetas que coquetean con el
enemigo, le ríen las gracias, conspiran, le pasan armas bajo la mesa.
Y palabras. Palabras como alambradas en la explanada, como
maniobras militares de dispersión, como regalos envenenados, como besos falsos, como
globos sonda cargados de autocompasión y miedo. Como navajas suizas.
Tan importantes, las palabras. Y esa jungla en que se
mueven: el lenguaje. Un reloj que nadie pone en hora.
La palabra de vasco es sagrada y firme, sí, pero plana,
monocorde, sin filo, ni color, ni tikitaka alguno. Palabra de patadón y a la
olla. De pensamiento único y cerrojo. Como mucho.
La izquierda
abertzale habla como en el antiguo testamento. Parece atrapada en una telaraña
de términos pre-romanos, llenos de roña ancestral, de sustantivos sobados, de retóricas
surgidas de los remotos caladeros de la Galaxia Más Aburrida. La palabra, en
ellos, es ancla, distorsión, lastre, bostezo. Una gigantesca vía de agua. Y
nadie achica. Parecen haber decidido que el mejor carisma es la falta de
carisma.
El PNV sigue adicto al sermón. Salirse de ahí, del púlpito, de
la palabra sagrada, del catecismo mantra, confunde a sus feligreses; cualquier
modernidad les hace perder el paso, trompicarse y rodar sacristía abajo, lejos
muy lejos. A veces tan lejos que pierden de vista el cáliz de las urnas, el
camino de regreso al batzoki. Y eso no puede ser.
Tras enjuagar en la Edad de Piedra del siglo XX su discurso de todo elemento marxista, de clase y
confrontacional, los socialistas e IU son ya veteranos productores de nada,
cosechadores insulsos de palabras vacías, recitadores monocordes de manuales de
instrucciones de uso de aspiradoras de coche o cafeteras exprés.
La derecha es de palabra caótica, achampañada, relamida, contradictoria,
culta e inculta, insultante, aduladora…Su discurso es una fiesta after-hours con música de pasodoble, una borrachera delirante
con vinagre de marca, un bosque de nostalgia presidido por chorradas incendiarias.
Todos ellos, oh cielos, están sentados ahora mismo en sus
pupitres. Concentrados. Con la punta de la lengua asomando entre los dientes.
Escriben palabra a palabra, tachando y volviendo a escribir, con sus lápices
gastados y pagados a escote, sus maravillosos discursos. Los mismos que, en
breve, tendremos que aguantar.
Porque una vez más, el costoso e irritante circo de las
elecciones autonómicas está a punto de levantar su carpa. Y no a las afueras de
la ciudad. No. Lo hará bajo tu ventana, en tu sala de estar, en el centro de tu
cerebro. Otra vez. ¡Hay que joderse!.
3 comentarios:
llevo años sacando mierda de mi cabeza y no hay dia que no intenten meterme más.
un saludo desde la trinchera de la vida
Por fortuna, yo creo que conservas la cabeza muy en su sitio, Viajero. Por no hablar de esa mirada de aguilucho creativo con que nos obsequias. Un saludo, Kamarada.
не плохо
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