Ya he meado, me he lavado las manos, y me las he secado
convenientemente. Me aseguro de que la bragueta esté bien cerrada. Un vistazo perital
al espejo. Ahí estoy. Hecho un pincel. El pantalón: impoluto, sin humedades.
La nariz encima de la boca, la boca sobre el mentón y todo ello por debajo de la frente. Correcto. Tal y como debe ser. Listo para
reintegrarme a mi cerveza o a la mesa en que voy a cenar o ya estoy cenando. Y,
entonces, algo me paraliza. De terror. Es la manilla de la puerta de salida. La
misma manilla sobre la que se han apoyado cientos de abyectas garras durante
las horas precedentes. Un apocalipsis antihigiénico de aluminio. O de lo que
sea. La Enciclopedia Ilustrada de las Enfermedades Contagiosas en su versión
más práctica. Un objeto letal desde el que un ejército de ronchas, comezones y
hongos me susurra ven, acércate, tócanos,
danos la vida. Aghhhhh. ¿Para eso el jabón, el agua, la minuciosa
pasteurización personal?¿Para ahora poner mis manos sobre…eso?
Reacciono. Intento convertirme en Uri Geller. Mover la
puerta con la mente. Sin resultados, obviamente. Decido intentarlo con el codo.
Me inclino. Me doblo. Soy un cartabón. Apoyo asqueado mi codo sobre la
superficie de la manilla grabando en mi mente que luego he de remangarme la
camisa, impedir que ese trozo de tela tenga contacto con cosa alguna. Hago presión, más y más presión cuando de pronto todo cede y alguien abre la
puerta desde el otro lado y hacia mí, con el ímpetu con que el rinoceronte
embiste el jeep en una peli de safaris africanos. Siento el borde de la puerta
golpeando mi frente. Y caigo de espaldas, todo lo largo que soy, sobre la pútrida,
infecta, maloliente superficie del servicio para hombres del puto infierno.
4 comentarios:
CONOZCO LA SENSACIÓN Y LA PREOCUPACIÓN, PERO ES A LA ENTRADA CUANDO ME ASALTA TAMBIÉN. LAS MANOS VAN SUCIAS, TOCAN LA MANIJA DE LA PUERTA Y LUEGO SE HACEN CON EL DELICADO OBJETO AL QUE DEBO MÁXIMA PROTECCIÓN. NO HEMOS PENSADO EN TODOS LOS SERES DIMINUTOS QUE ESTABAN ESPERANDO ESE MOMENTO PARA QUEDARSE CON Y EN ÉL. SOLO DE NUEVO, EN SU ALBERGUE, SE ENFRENTA SIN ARMAS A LOS SONRIENTES ANIMALEJOS.
MIENTRAS DOS HORRORES CRUZAN MI CUERPO. SOLO SOY CONSCIENTE DE MIS MANOS CUANDO LO MÁS PRECIADO SUFRE EN SILENCIO EL ACOSO Y MI ABANDONO.
¡OH, ALEGORÍA DE TODOS LOS DÍAS!
Ja,ja,ja. Perfectamente expresado estimado Ludving. Higienicémonos pues en el antes y en el despues, ya que en el medio se nos supone ocupados. Salud¡.
Recientemente lei que un estudio pormenorizado había descubierto restos fecales en el 95% de los teléfonos móviles...y no es broma.
Agggggghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh¡
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