jueves, 10 de julio de 2014

Fito desenfocado



                    Son cerca de las dos de la tarde y están sentados en una de las terrazas de la etílica calle Pozas. “Ey, ¿no es aquél Fito?”, dice Txiki mirando al otro lado de la acera. Todos se vuelven para ver a la estrella del rock local que en ese instante entra en una sucursal de la BBK. Gorra de organillero cañí,  gafas ahumadas de cura obrero, aros tamaño familiar en las orejas, patillas de pez espada…No hay duda: es él.  ”Osti tú, qué bajito es ¿no? si parece un jobit”, dice Kupela para quien Shaquille O¨Neal es de un amaño tirando a normal. “ Yo le veo más rollo duendecillo del bosque, como de gnomo, y tiene pinta de tío guay", dice Porrón. “Lo que no quita que se lo haya montado de cojones el tío”, dice amarillo de envidia Txiki. “Seguro que ahí dentro le han puesto alfombra roja y ahora le están dando un masaje con moéchandon”, sentencia Txato con algo parecido a un rictus de astuta malicia.  “A mí me parece una copia barata de Mark Knoffler, son todas iguales, un puto ful, no me lo explico”, dice Txiki. “¿Qué dices? Pa nada tío, no se parece en nada a nadie…es mucho mejor, más…auténtico, más Springsteen joder, a mí me encanta”, salta ofendido Porrón.

          “En todo caso yo daba un huevo y la yema del otro por estar  en su pellejo, dice ahora Txiki, con su cuentecita corriente bien abultada en el bolsillo, buenrollismo paquí, buenrollismo pallá, un día en cada puerto, jijí ,jojó, y con las pibas haciendo cola con las bragas en los dientes locas por adoptarte, fuahhh chavales…”¡Ey tíos, mirad eso…!”, interrumpe Kupela. La puerta de la sucursal  se abre y dos empleados encorbatados sacan con cuidado a un Fito tambaleante y pálido como un folio y le apoyan contra la pared, al parecer con la intención de que le dé el aire. Tras ellos, aparece una empleada con una silla de oficina en la que le sientan y abanican. Se juntan alrededor del grupo algunos curiosos. Fito no parece recuperarse, está cada vez más blanco y desenfocado,  así que la empleada vuelve a perderse en el interior de la sucursal y al poco se oye la sirena de una ambulancia abriéndose paso por la calle. Los del 112 introducen al roquero hecho un guiñapo en el vehículo y salen a toda pastilla, dejando de nuevo a la vista a los empleados de banca que siguen ahí plantados con gesto de preocupación. Uno de ellos sostiene entre sus manos la visera mítica del cantante a la que trata como si fuera el último cachorro de oso panda. “¡Madre mía!”, exclama  Porrón,"¡qué bien vivo!"

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