Un día te despiertas y
te envuelve una niebla densa. Apenas puedes verte la nariz. Hace días que la
ves rondar, pero hasta ahora se detenía en la ventana. ¿Qué hace hoy en la
habitación misma? ¿Y por qué la sientes tan…dentro? Tú, la casa, la gente, el
mundo, todo envuelto en niebla.
Te levantas. No es exactamente como estar ciego.
O, al menos, eso es lo que supones. Es más bien como un profundo desenfoque. Venciendo el temor, palpando paredes, consigues salir a la calle. Por los sonidos
deduces que la ciudad vive su vida normal. O eso parece. Sólo tú avanzas como
puedes en medio de esa niebla. Te sientes como un buzo caminando por el fondo de unas
aguas muy turbias, rodeado de formas difusas, inconcretas, que en ocasiones
también se mueven, te rozan, pasan veloces y desaparecen.
Por encima de todo, te dices, a
nadie he de hablar de esto. Esta niebla es mi secreto. Aprenderé a vivir con
ella y mis gestos serán, día tras día, los de alguien que vive bajo el sol.
2 comentarios:
Ya te dije que ese costo es espectacular
Uff tron, yo creo que en nuestro caso debimos de caer dentro de la planta ya a muy tierna edad.
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