miércoles, 21 de diciembre de 2011

JUEGO DE TALO Y TRONOS

La Feria de Santo Tomás es sensacional. Y la de este año sencillamente perfecta, con ese sirimiri cazurro que no ha dejado de caer en todo el día. Rodeado por ocas circunspectas (¿alguien se acuerda de El Pato Saturnino?), gigantescos gallos de pasarela con mala ostia en la mirada, miel ordeñada a abejas vascas y riachuelos de talo, txistorra y sidra, uno siente de verdad que la época que vivimos no es más que el medievo con tecnología. Todos somos extras de un gran Juego de Tronos.
Pero además, Santo Tomás es la puerta de entrada a la navidad. Es como si hoy estuviéramos alcanzando el punto más alto de una montaña rusa, el vagón ha remontado la pendiente poco a poco –día tras día de este mes de diciembre- ganando altura y ahora estamos en la cúspide, detenidos en ese extraño punto muerto en el que todo es posible, pero con la certeza de que vamos a caer a toda velocidad. Llegan los loops, el estómago en la garganta, los aullidos y el vértigo. Qué bien. Y el ruido ensordecedor. Y el champán y las uvas. Vamos a ser devorados por un torbellino feroz que una vez más escupirá (creedme) nuestros huesos cansados y felices sobre el tapete cifrado de una fecha: el 6 de enero de 2012. Mientras tanto todo va a ir bien. Este vagón no descarrila. Y la lotería nos toca seguro.
Pongo en mi CD algo de relax radical. Por ejemplo “A Winged Victory for the Sullen”, alimento para el espíritu, que diría UB40.

martes, 20 de diciembre de 2011

SER O NO SER

De pronto llueve en Bilbus un día tras otro. Ha llegado, por fin, el frío. Y la navidad. En la Gran Vía –nubes de color de acero oscuro, ejércitos de paraguas combatiendo entre sí - un violinista centroeuropeo hace una versión admirable del “Bizkaia Maite” de Benito Lertxundi. Arrojo sobre la funda abierta del instrumento un billetazo de cinco euros por ver qué pasa. Y no pasa nada. Sigue a lo suyo. Lertxundi global y balcanizado. Opus eusko-bosnio para violín y muchedumbre. Ecos de Zuberoa. Sombras de Sarajevo. Y todos en sputnik hacia el plomizo año maya. 2012. Se me hincha el pecho. Siento un orgullo desmedido. Por no haber hecho nada. Todo este tiempo. Salvo estar. Y haber atravesado los cataclismos ajenos sin apenas un roce de chapa. Sin apenas molestias.

Me gusta la navidad. Y mucho. Cuchipandas familiares a golpe de langostino y migraña. Lotería galáctica. Emotividad oficinesca. Belenes freudianos. Y villancicos…Villancicos... “Blanca Navidad” es sublime, sí, pero “El Chiquirritín”, en cualquiera de sus versiones, es como poner los huevos sobre un yunke y que te los maceen sin compasión. La de " Mira Como Beben los Peces en el Río”, al menos, es como una inyección letal. Piadosamente rápida y mortal. Como Sharon Stone. Y la Cobra Naja Naja Excelsior. Por contra, el inevitable "Tamborilero" se parece más a una lenta, pausada, interminable, cruel lobotomía.
Ahora, en la cuarta planta de El Corte Inglés, donde me encuentro, suena el entrañable “Zumba, zúmbale al pandero” acompañando el deambular mañanero del personal. Floto entre estanterías de 3x2, marujas asesinas, gays de ojos histéricos en pleno ataque de ansiedad consumista y prejubilados postindustriales en trance prostático. En medio de esta opereta zombi medito, sin venir a cuento, en lo aburrida y decadente que es la programación de la cadena SER en Bizkaia. Azul Tejerina y su tono de coleguita guay-megainstitucional; Juan Carlos Otaola convertido en el Engolado Bostezo Supremo; Aloña Velasco, presidenta de E.H. (Empalago Hertziano) fin de semana tras fin de semana…”¿A qué cráneo privilegiado debemos semejante alineación?”, pienso mientras despliego ante mí una camiseta de Hugo Boss de color diarreico y hechura tardomacarra accesible, eso sí, tan solo a precio de oro.
Salgo pitando. La calle otra vez: más Navidad. Indautxu. La hora del vermú. Llego a casa y prendo el Cd sin pensar. Suena Jonathan Wilson. Mola. Es tranquilo. Imaginativo. Rítmico. Navideño. Es la ostia. Todo menos la SER. Y mañana Santo Tomás. Qué vida.