sábado, 14 de junio de 2014

Neil Young: Memorias para olvidar.



          Editadas a todo lujo en pasta dura e incluyendo fotos inéditas del autor, estas recién publicadas memorias de Neil Young, carpetovetónicamente subtituladas “El Sueño de un Hippie”, son un incontestable y auténtico coñazo. No contento, al parecer, con que le debamos algunas de las páginas más vibrantes de la historia del rock, Neil no ha ahorrado esfuerzos ni reparado en gastos hasta conseguir un texto autobiográfico profundamente irritante, además de soporífero, frío, ególatra, caduco y petulante. Para empezar digamos que el lector, cuya salud mental ya empieza a flaquear desde el mismo prólogo, se ve obligado a luchar por su vida a través de las primeras sesenta páginas, en las que el bueno de Neil apenas habla de otra cosa que no sean sus dos grandes aficiones: los trenes eléctricos y los coches antiguos (dos cosas que a mí, gracias a Dios, me importan un carajo). Sólo tras conseguir superar ese inmisericorde bombardeo de chorradas es cuando podemos empezar a tropezarnos - eso sí, de forma dosificada, sin abusar- con la chicha que uno lleva tiempo esperando, digo yo, o sea, cosas como Crazy Horse o Harvest o Crosby, Stills y Nash o su visión sobre el circo del rock o el gobierno americano, yo que sé, cualquier cosa que no sea la gimoteante descripción de un Cadillac Eldorado de los cincuenta o los sofocos de madre priora ante una caja marrón que contiene una miniatura fabricada en China de una tal locomotora Houston , por el amor de Diosssss... Cuando por fin, como iba diciendo, Neil se rebaja a abordar temas terrenales y proporcionar un poco de alpiste a esa chusma sin gusto ni fundamento que sólo espera algún txaskarrillo suavemente picante sobre esos nombres y caras del mundo musical que le suenan o algunas cosillas sobre la trastienda de las giras o sobre las tripas de alguno de sus 52 álbumes publicados, cuando por fin pisa esa zona, digo, lo hace con un estilo narrativo contundente, más próximo a una trepanación sin anestesia y por sorpresa del maltrecho lector que a cualquier forma conocida de narración literaria; es entonces cuando el autor (Mr. Young) consigue hacer volar muy alto a su ya inconfundible estilo, rico en pulidas frases de una idiotez tan profunda, cruda y descarnada que quedas bizco y con la boca abierta y las amígdalas aplaudiendo de pura admiración. Y cuando crees que ya se ha tocado fondo, pues no, qué va, esas frases consiguen trenzarse y combinar armónicamente con una batería de conceptos pseudofilosóficos de jardín de infancia expuestos sin pestañear, envueltos en una seriedad conventual y vendidos como el fruto de décadas de meditación del genio que firma alegremente este rocoso pestiño sin fisuras. Una gozada.

          Ay, Neil, Neil. Qué decepción. Pero no importa. Se me pasará el enfado y volveré a “Zuma” y a “After the Gold Rush” y al “Psychedellic Pill”. Que es lo tuyo, colega. Pero respecto a tus escritos…ni uno más. Prefiero, si no te importa, unos palillos entre las uñas. O la bota Malaya.

No hay comentarios: