A Jose le echaron de una empresa de Trápaga hace tres años. Y que eso te pase a los cincuentaytantos es una verdadera putada. Al principio, el hombre siguió viniendo con la cuadrilla como si tal. A pesar de que todos sabíamos que en casa las estaban pasando canutas, eso no parecía afectarle, se tomaba sus vinos con buen humor y nunca era el primero en retirarse. El carácter empezó a cambiarle el día en que Zapatero anunció una demora en el cierre de no-sé-qué central nuclear española. Jose lo encajó muy mal. "Para eso votamos a estos cabrones, para que luego no cumplan las promesas...cagüendiósss...estaba en el programa electoral que la cerraban ya, ¿vale?, pues que no vengan con ostias y cumplan, joder", bramaba. Los demás no decíamos ni mu, conscientes del mal rollo que asola a la cuadrilla cada vez que se habla de política.
Jose estuvo así, de bajón, una temporadilla. Andaba siempre con barba de cuatro días y un explosivo jersey a rayas dos tallas más pequeño. Y a pesar de que se le acabó el subsidio, supo recuperar de nuevo el buen ánimo. Siempre dentro de un orden, claro, dadas las circunstancias...En esas llegó lo de los 420 euros. Un hachazo. Jose no podía entender cómo a otros sí les daban pasta y a él no. "Cagüendiosss...y encima tienes que oir que el que lleva tres años sin encontrar trabajo es porque se toca los cojones...cagüensuputamadre...", decía con mucho vinagre. Estuvo así unos días, pero tambien remontó.
Lo que ya pudo con él fue saber , unas semanas más tarde, que el gobierno vasco le andaba dando vueltas a lo de subvencionar parte del nuevo San Mamés. En vano intentamos explicarle los demás que eso era por el bien de todos y no solo de los socios, las empresas constructoras y las arcas de la institución rojiblanca; que se trataba de una inversión rentable para el colectivo, un poderoso "dinamizador" económico de la zona, una jugada segura...A Jose, que nunca ha disfrutado gran cosa con el fútbol y en todo caso es del Sporting, nuestras palabras le traían al pairo. Sin embargo, nos dejó hablar. Y cuando acabamos nos miró fijamente uno por uno, dejó su copa en la barra y se fue. Así, sin más: se esfumó.
Hasta hoy. Me encuentro en el centro de Bilbao. La Ertzaintza tiene acordonados los dos extremos de la calle. Detrás de las cintas amarillas hay cámaras de televisión y micrófonos de colores. Yo estoy dentro del perímetro de control. Frente a mí está la tienda de Artículos del Athletic en la que Jose se ha atrincherado con dos dependientas y un señor de Gerona. Jose lleva dinamita. Amenaza con hacerlo saltar todo por los aires si no le traen a Makua y al lehendakari . Un sargento me pasa un altavoz. Quiere que hable con él. Quiere que le convenza de que abandone esta tontería y que salga con las manos en alto. Me llevo el megáfono a la boca. La tengo seca. Es el pánico. Porque...a ver...¿qué puedo decirle?.
3 comentarios:
fantástico post!!
Muy bueno tio, de verdad.
"qué puedo decirle?": venga Jose, vamos para casa, que ya te has tomado suficientes vinos...y deja esas botas donde estaban que no son cartuchos de dinamita.
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