viernes, 25 de octubre de 2013

Un día en el futuro.



           Esto que voy a contar no lo veremos ni tú ni yo, porque ya estaremos muertos. Nos lo perderemos, no por mucho, más bien por muy poco, pero nos lo perderemos. Así que si os parece nos vamos situando. Démos un salto en el tiempo: ya no quedan elefantes en África, ni hay judíos en Jerusalén, pero tampoco se ha vencido la calvicie y un sol sin barreras, blanco y salvaje, golpea día tras día la cansada piel de La Ciudad, que, efectivamente, cumpliendo todos los augurios, se ha ido convirtiendo en una caótica papilla de cemento, hierro y cristal de arterias colapsadas por la grasa densa y sucia de un tráfico en el que destacan, desplazándose  de un lado a otro sobre un asfalto de la consistencia del queso fundido, los taxis de protección municipal, precio innegociable y carrocería hiperpublicitada .
           Uno de ellos (de estos taxis)  se detiene en la avenida más transitada del Núcleo-Centro vomitando una negra humareda y de él desciende Desperado, estética de camisa a cuadros y vaqueros rotos, muy de los años noventa del siglo XX, gafas de sol de cinta elástica que le cubren la mitad de la cara y una bisera marca Crazy Hobbit puesta al revés en la cabeza . A grandes zancadas, atraviesa la calle y se introduce en el gigantesco vestíbulo del Edifico Vicente del Bosque.
             Dos ascensores y un número desconocido  de escaners de identificación más tarde, se encuentra en la planta 63, ocupada en su totalidad  por la Productora Audiovisual  Titus-Media. Llega tarde. Pero en el momento justo. La  redacción está atenta a una enorme pantalla tridi desde la que se dirige a todos ellos Vasili Marinetti  uno de los dos propietarios de la empresa. El clima en la oficina es  estático y reverencial,  la voz y la imagen retocada del magnate centrifugan  por completo la atención de cargos intermedios, técnicos, redactores, guionistas y personal de administración…nadie quiere perderse un gesto o una palabra porque en ese instante son cien por cien conscientes, de una forma que no acaban de entender del todo, de que la vida de todos está en juego. Desperado pone también sus  cinco sentidos en la escena de la que forma parte.
    -“…sí, ahora puedo manifestar alto y claro – está diciendo Marinetti con una dicción y modulación perfectas- que la solvencia de esta empresa y, por lo tanto, los puestos de trabajo de sus empleados, están asegurados un año más: esta misma mañana hemos firmado la producción por una temporada más de “Saber y Ganar”, nuestro concurso estrella que tantas…”
              En ese instante un pavoroso aullido seguido de una catarata de inconsolables sollozos a un volumen considerable se elevan de la parte delantera del grupo de trabajadores. Aunque desde su posición Desperado no puede ver a su autor, tampoco le hace falta, sabe perfectamente de quien se trata: Jordi Hurtado.

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