El caso es que tengo tiempo libre. Mucho. Para dar y tomar. Así que me dedico a pasear por Euskadia. Es fácil. Salgo a la calle y me sumo al flujo de zombis que traquetean animosos de aquí para allá. A veces luce un sol del carajo y, en otras ocasiones , unas nubes de mierda nos escupen desde lo alto, tal y como es su obligación. Sea como sea, haga frío o calor, la coreografía cotidiana incluye indefectiblemente, en los primeros diez metros de mi acera, grumos de rumanas empujando carricoches repletos de afilada metralla a través de un vía crucis de contenedores, perros en albornoz a cuadros fumando marlboro light mientras cagan sobre un periódico abierto en el que se puede leer “El Festival de Sitges rechaza que “A Serbian Film” sea un filme pornográfico” y, cómo no, agrios taxistas manipulando toneladas de rencor pesetero a la sombra apestosa de sus vehículos en flor. El milagro de la vida en todo su esplendor. Una fiesta, tú. Y estamos invitados.
3 comentarios:
Vaya reentré, me he sentido protagonista de tu relato, soy uno de esos zombis jeje
el carnaval de la vida
saludos
Para llevar un año runiándolo, no está mal... ;-)
A ver el próximo marzo qué tal...ahora descansa.
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