jueves, 17 de octubre de 2013

El héroe de la oficina



Como en la selva – escribe Bruno Pekín inspirado por su encuentro reciente con El Periodista- en la redacción de un medio de comunicación conviven un gran número de especies a las que podemos dividir inicialmente en dos grandes subgrupos: la vegetal y la animal. Quienes pertenecen al primer apartado nacen, crecen y mueren laboralmente en el mismo rincón y están ahí como podrían estar, pongamos por caso, al frente de una sección de embasado de callos precocinados o encargados de maniatar a la silla de tortura a sospechosos de terrorismo en las tripas de la cárcel de Abu Ghraib. Da igual que da lo mismo. Instalados cómodamente en su maceta oficinesca, perdida toda esperanza salvo la de salir de ahí en cuanto dé la hora sin que nada complique el plan, y entretenidos con el cambio de siglo por ciberartefactos radiales que han venido al rescate del tedioso goteo de sus días, tales como twitter y facebook (donde no tardan en convertirse en verdader@s espert@s en rebotar y difundir papanatadas) , los periodistas vegetales navegan también, solos o en grupo, viento en popa siempre,  por páginas de compra venta a la captura de los chollos más descabellados, preferentemente bolsos y material deportivo. Lo único que les saca de ese mundo paralelo y les conecta con su entorno físico y laboral son los chascarrillos que afectan a la vida privada de los demás (separaciones repentinas, idilios secretos, dermatitis atópicas, mudanzas clandestinas…) y cualquier rumor que pueda afectar a la cifra de su nómina. Es esa palabra, “nómina”, su verdadero mantra. La única que puede actuar como el “levántate y anda” bíblico. El conjuro que puede transformar a una hortensia melancólica en una planta carnívora. Est@s compañeros me caen estupendamente, no puedo negarlo. En serio.

Me cuesta mucho más – continúa escribiendo Bruno- soportar al segundo gran grupo: el animal. Estos se caracterizan por utilizar como carburante una ambición de muchos octanos, gracias a la cual trepan a puestecitos de responsabilidad, conspiran junto a la máquina del café, lamen cualquier nalga que brille un poco y (ese combustible) les permite, además, atrapar al vuelo los langostinos a la plancha y transitar pasadizos secretos hacia los pluses salariales más abisales, detectados y enfocados en muchos casos gracias al contacto íntimo y directo con la artillería sindical. Curiosamente, y debido tal vez a algún oscuro mecanismo compensatorio, el periodista animal se presenta siempre como el más solidario y guay de este bosque animado. Su sed de justicia e igualdad, su ansia porque las cosas funcionen en esa redacción  como dios manda y su solidaridad con el débil o el recién llegado ( tiern@s becari@s desorientados preferentemente)  le llevan a firmar con rabia toda clase de comunicados revolucionarios y a arrancarse en jacobinos discursos incendiarios teñidos de una cólera que ni Zeus en sus peores berrinches. Sobra decir que estamos ante una pose que será abandonada  en cuanto esta sabandija alcance el más nimio de sus objetivos, no digamos ya si pone el pie en un despacho.

Finalmente, por encima de este sórdido mare magnum (donde no vamos a perder el tiempo hablando de los currelas honestos y esforzados, que los hay, pero en número tan insignificante que no alcanzan los mínimos para tener derecho a un párrafo en esta misiva) están los jefes. Sobre ellos (¡los jefes!) lo único que tengo que decir es que lo hacen todo bien y que para ellos  solo tengo sentimientos de gratitud por los grandes momentos que me hacen pasar y también admiración, pues es admiración pura y dura lo que se merecen unos profesionales que, a pesar de tener que ver día tras día como sus grandes ideas son destrozadas por esa impresentable caterva de subordinados, no pierden ni la simpatía, ni la sonrisa amigable y, ni mucho menos, la esperanza en un mundo mejor y más competente. Y esa, me consta, es la actitud de los héroes”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué quieres que te diga! Igualito igualito que en la Administración, cualquiera de ellas, con componendas o corruptelas,otros culos y otras macetas, los vegetales y los animales. Cambiamos periodiista por funcionario..et voilá!! ya tenemos mismos especímenes en distinta pecera.
Cada vez que Benedetti llegaba a su trabajo (fue funci allende los mares) decía: "Quién me iba a decir a mí que la vida era esto!". Pues sí.
Ayyyy!! será que en todas partes cueceen habas?
Muy buena clasificación, la verdad.
Ch.B.

nineuk dijo...

Estupenda parrafada. Pena que Bruno esté (como se aprecia claramente al final) en el grupo dos.