Considero la bilbaína estación de autobuses de Garellano como un insulto a la dignidad del viajero. Hablando claro: una mierda. Y sin excusas, ya que tiene de antemano lo más difícil de conseguir: unas buenas comunicaciones (metro, tranvía, RENFE...) y el aroma próximo del sacrosanto césped de La Catedral. Pero por lo demás, eso, una mierda, un centro de exterminio físico y psicológico, el Abú Ghraib del viajero y sus familiares y amigos (que le esperan prácticamente a la intemperie, desinformados y con corrientes de aire polares o - si hay suerte y se coincide con sus horarios- refugiados en una cafetería de acústica infernal y comida a granel, qué resignación). Parece que alguien haya dicho :"0s jodéis, por utilizar autobuses, trogloditas, que sois unos trogloditas" . Los billetes se expenden en fríos barracones de obra (imagino que los empleados se sentirán tratados como rajás); las colas son tensas, interminables y más propias de una posguerra, la tienda de txutxes y revistas está diseñada para pigmeos contorsionistas y de los retretes mejor no hablemos (un consejo: aguanta, tú puedes, ya mearás en Lerma). Podríamos seguir, pero para qué. Que una ciudad tan posmoderna, tan llena de exposiciones de vanguardia, tan bendecida por geris, peis y calatravas dé la bienvenida a muchos turistas (¿o es que todos vienen en avión o en su propio coche?) con semejante monumento a la desolación es para que a más de uno se le caiga la cara de vergüenza. Pero de eso queda poco. De vergüenza, digo.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo. Encima en el bar te tratan como una mierda. Esa diseñada por Calatrava. Pero el hermano feo
Una vez hablé con él por teléfono. Con el hermano feo, digo. Le llamé a su casa. Se puso al aparato y yo flipaba: le oía y su voz tenía como fondo unos gritos agudos, como sobrehumanos, como de masacre tipo Viernes13 y además había unos bombazos persistentes y tremebundos. Era como si me hablara desde un matadero en plena demolición...y lo hacía tan tranquilo. Al de un rato le pregunto y me cuenta que vive al lado de Barajas y ya ni oye los aviones (joder, yo sí que los oía) y que tiene como mascota un mono (que cogía unos berrinches tremendos cada vez que le veía hablar por teléfono, atacándole vilmente hasta que lo colgaba). Qué tío.
Pero seguro que la estación esta la hace mejor (peor es difícil).
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